jueves, 9 de mayo de 2013

REVOLUCION MEXICANA

REVOLUCION MEXICANA.


La Revolución Mexicana es el movimiento armado iniciado en 1910 para terminar la dictadura de Porfirio Díaz y que culminó oficialmente con la promulgación de una nueva Constitución en 1917, aunque los brotes de violencia continuarían hasta finales de la década de los años veinte.
El movimiento tuvo gran impacto en los círculos obreros, agrarios y anarquistas a nivel internacional pues la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 fue la primera en el mundo en reconocer las garantías sociales y los derechos laborales colectivos. Se estima que en el transcurso de la lucha murieron más de novecientas mil personas, civiles y militares.
Mucha gente tiene la idea de que la Revolución se inició gracias a Francisco Madero, pero la realidad es que desde el inicio del mandato de Porfirio Díaz hubo algunas sublevaciones de personas que pertenecían al antiguo régimen del liberal Sebastián Lerdo de Tejada. A continuación se enumeran algunas de estas sublevaciones.
•  1876: Mariano Escobedo
•  1877: Pedro Valdés
•  1878: Lorenzo Hernández, Javier Espino
•  1879: Miguel Negrete, Manuel Carreón, Francisco A. Nava, José del Río
Pero estas sublevaciones eran de tipo militar para tomar el poder, sin una ideología de cambio social y económico.
Fue hasta 1900 cuando surgieron los llamados "Clubes Liberales" en los que se agrupaban políticos de tradición liberal jacobina.
En 1901 se celebró el Congreso Liberal en San Luis Potosí promovido por Camilo Arriaga, durante 1902 y 1903 se llevaron a cabo múltiples protestas contra la reelección de Díaz, quien respondió con cárcel y muerte a los inconformes.
La acción más significativa fue la pancarta con la leyenda "La Constitución ha muerto..." en las oficinas del periódico El hijo de El Ahuizote.
Las libertades de prensa y asamblea, garantizadas en la Constitución de 1857 fueron suprimidas, además de que las condiciones de miseria y explotación de obreros y campesinos eran perpetuadas por las concesiones a empresas extranjeras, latifundios y tiendas de raya fomentadas durante el Porfiriato.

MARIANO AZUELA GONZÁLEZ:
 (1873-1952)



Novelista y médico, hijo de una familia de comerciantes, Mariano Azuela nació el 1 de enero de 1873 en Lagos de Moreno, Jalisco. Aunque estudió medicina y la ejerció profesionalmente, pasó a la historia por su incursión en las letras. Su producción es muy abundante y no sólo incluye novela, sino también cuentos, ensayos críticos, biografías y teatro. El primer esfuerzo literario de Azuela fue Registro, una especie de diario íntimo escrito en 1889.

En 1896 apareció en una revista las Impresiones de un estudiante, su primera obra publicada. En 1907 se publicó su primera novela María Luisa, en ella aborda los males sociales desde una perspectiva naturalista.

“Los fracasados” (1908), “Sin Amor” (1912) y “Mala hierba” (1909) contienen todos los rasgos que caracterizan a su obra: sátira social, crudo realismo expresivo y construcción clásica de la novela. Sobre “Mala Hierba”, Wolfgang Vogt sostiene que es de cierta manera, una obra precursora de la novela de la Revolución, porque precisamente son los campesinos humillados, presentados en ella por Azuela, quienes se levantan contra sus amos.
“Andrés Pérez, maderista” (1911) anticipa el realismo histórico que anima sus principales obras basadas en el tema de la revolución. Durante el gobierno de Francisco I. Madero, Azuela se desempeño como jefe político en Lagos, y posteriormente como director de Educación en Jalisco.

En 1913, a la caída del régimen maderista, participa como médico militar en la revolución mexicana en las filas de Francisco Villa, este contacto con las tropas y los grupos revolucionarios le permitió reunir los datos y las experiencias para exponer una situación tan realista en la sobre “los de abajo”. Azuela fue uno de los creadores de la novela de la revolución, de hecho, “Los de Abajo”, traducida a ocho idiomas, representa el punto de partida de aquellas.

LOS DE ABAJO:


La novela se sitúa en el contexto de la Revolución Mexicana que sacudió ese país entre 1910 y 1920 a partir de una serie de luchas y revueltas que intentaron transformar el sistema político y social creado por el dictador Porfirio Díaz. Este movimiento que contribuyó a formar el México contemporáneo, no tuvo un carácter homogéneo, sino que consistió en una serie de revoluciones y conflictos internos, protagonizados por distintos jefes políticos y militares que se fueron sucediendo en el gobierno de la nación.

La Revolución Mexicana fue un conflicto armado, iniciado el 20 de noviembre de 1910 con un levantamiento encabezado por Francisco I. Madero contra el presidente autócrata Porfirio Díaz. Se caracterizó por varios movimientos socialistas, liberales, anarquistas, populistas y agrarios. Aunque en principio era una lucha contra el orden establecido, con el tiempo se transformó en una guerra civil; suele ser considerada como el acontecimiento político y social más importante del siglo XX en México.


Los antecedentes del conflicto se remontan a la situación de México bajo el Porfiriato. Desde 1876 el general oaxaqueño Porfirio Díaz encabezó el ejercicio del poder en el país de manera dictatorial. La situación se prolongó por 34 años, durante los cuales México experimentó un notable crecimiento económico y estabilidad política. Estos logros se realizaron con altos costos económicos y sociales, que pagaron los estratos menos favorecidos de la sociedad y la oposición política al régimen de Díaz. Durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con el Porfiriato.
El movimiento revolucionario de México, la forma espontánea en la que los campesinos engrosan las filas revolucionarias para luchar por sus ideales y tratar de vencer ante la opresión de los federales. 

PRIMERA PARTE (FRAGMENTO):


III
Entre las malezas de la sierra durmieron los veinticinco hombres de Demetrio Macías, hasta que la señal del cuerno los hizo despertar. Pancracio la daba de lo alto de un risco de la montaña.
¡Hora sí, muchachos, pónganse changos! —dijo Anastasio Montañés, reconociendo los muelles de su rifle.
Pero transcurrió una hora sin que se oyera más que el canto de las cigarras en el herbazal y el croar de las ranas en los baches.
Cuando los albores de la luna se esfumaron en la faja débilmente rosada de la aurora, se destacó la primera silueta de un soldado en el filo más alto de la vereda. Y tras él aparecieron otros, y otros diez, y otros cien; pero todos en breve se perdían en las sombras. Asomaron los fulgores del sol, y hasta entonces pudo verse el despeñadero cubierto de gente: hombres diminutos en caballos de miniatura.
— ¡Mírenlos qué bonitos! —Exclamó Pancracio—. ¡Anden, muchachos, vamos a jugar con ellos!
Aquellas figuritas movedizas, ora se perdían en la espesura del chaparral, ora negreaban más abajo sobre el ocre de las peñas.
Distintamente se oían las voces de jefes y soldados. Demetrio hizo una señal: crujieron los muelles y los resortes de los fusiles.
¡Hora! —ordenó con voz apagada.
Veintiún hombres dispararon a un tiempo, y otros tantos federales cayeron de sus caballos. Los demás, sorprendidos, permanecían inmóviles, como bajorrelieves de las peñas.
Una nueva descarga, y otros veintiún hombres rodaron de roca en roca, con el cráneo abierto…

NOVELA TELURICA.

El movimiento conocido como el realismo social y psicológico de 1915 hasta 1945 tuvo el propósito de describir la sociedad en una manera realistica. El escritor sirvió como un observador objetivo para detallar la historia, las costumbres y la psicología del pueblo. La literatura del realismo social emergió del modernismo para continuar el realismo y el naturalismo del siglo XIX. LA NOVELA TELURICA, o la novela de la tierra, se refiere a las obras de este movimiento que pertenecen específicamente a los temas hispanoamericanos. Los autores de la novela telúrica crearon una realidad detallada y basada en la historia, la tierra, el pueblo y los regionalsimos de Latinoamérica. Los escritores más destacados de esta época incluyeron: Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Gregorio López y Fuentes, José Eustasio Rivera, Ricardo Guiraldes, Baldomero Lillo y Horacio Quiroga.

PEDRO PARAMO:


Como autobiografía de un prosista contemporáneo, Pedro Páramo es también un segmento biográfico de la trayectoria literaria de Hispanoamérica. Por tal razón, el año 1955 será memorable en los fastos de la producción literaria de México, y su memoria permanecerá inseparable de la de Juan Rulfo y  su obra, cuya publicación –merecida y gratificante- rompió con augusta magnificencia las barreras que se oponían al innegable reconocimiento, tanto del autor como del texto. Una de las mejores, brillantes y más estudiadas obras de toda la América hispana: 50 años de una historia que sigue contándose.
La creación de esta novela no sólo es el fruto de una auténtica literatura,  sino que además es la reminiscencia de una historia que, como diría Octavio Paz, está más allá de las fechas y más acá de los nombres. Y la historia de Pedro Páramo responde a un mundo imaginario, pero además, encaja en una naturaleza originaria, nativa,  autóctona y petrificada como el diminuto fragmento de una gran parcela: la cara de la revolución en México.
De tal manera, hablar de Pedro Páramo es hablar de ésa historia. Es hablar de las distintas facciones del rostro mexicano. Y es hablar, además, no sólo de facciones, sino de máscaras siempre cambiantes, bajo las cuales se devela  la expresión de una historia vivida, de una historia no sólo hecha de tiempo. Por eso el propósito de Juan Rulfo -o por lo menos quería prescindir de ello como ingrediente literario- no era ubicar en una determinada época unos determinados personajes, sino situar los imaginados geográficamente, involucrarlos en una región e incluir, asimismo, los acontecimientos que ahí habían ocurrido. “Pero sí -dice el autor-, hay ciertos hechos, ahí, que más o menos…” tocan, refieren la revolución, sería el complemento. Por lo tanto, en la obra no predomina un trasfondo histórico, pero sí la enmarcan unos factores legítimos e invariables (lugar, situación, etcétera).

El pueblo que revive Rulfo –pues no cabe la menor duda de que estaba muerto y olvidado- es aquél en el que pasó la mayor parte de su niñez. En ese tiempo un pueblo fértil: árboles, agua y, como resultado, vida. Y después, cuando Rulfo vuelve pasados treinta años, un pueblo abandonado, fantasmal y desértico: su antítesis completa. Por ésta razón le adapta el nombre Comala en el relato, pues el comal es un recipiente de barro que se pone sobre el fuego, donde se calientan las tortillas. Es de allí, pues, que surge el apelativo de Comala, que significa, por lo tanto, lugar sobre las brasas.

“Me encontré con un pueblo muerto”, dice Rulfo. Y claro, los muertos no viven en el tiempo. Eso le dio la libertad para manejar los personajes indistintamente. Es decir, para dejarlos entrar, y después que se esfumaran, que desaparecieran.
Pedro Páramo es el caso representativo del hacendado, del cacique que abundó en México y que decidía sobre las tierras que trabajaba. De ruin y no escaso imperativismo -aunque acá no corresponda hacer análisis de conciencia- y fácilmente irritable, personifica al típico terrateniente déspota que logra, sin dilucidar un poco la más mínima idea de bien, creerse el dueño de absolutamente todo lo que le rodea, hasta de  las vidas mismas.

LA VORIGINE:


Si bien es indiscutible que La vorágine de José Eustasio Rivera es una obra de originalidad mayúscula (bien sea si la tratamos como novela o como documento antropológico e histórico), tampoco puede negarse que ésta no solamente respondió al problema concreto de la explotación cauchera en la amazorinoquía colombiana, sino que hizo eco del interés más general que por entonces empezaban a manifestar las naciones de la región por el problema de las fronteras y sus economías extractivas. Es así como aquí se identifican dos autores que muy probablemente incidieron en la factura de La vorágine, a saber, el venezolano Samuel Darío Maldonado y el brasileño Alberto Rangel, cuyas respectivas obras aportan elementos fundamentales para una comprensión más rigurosa de las circunstancias en las cuales fue producida la más importante narración occidental sobre la selva y lo salvaje.



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