La llegada de Felipe V, en 1714, como consecuencia
de la sustitución en el trono de España de la dinastía de los Habsburgo por la de los Borbones, fue un factor determinante para que entraran las
corrientes artísticas extranjeras y se produjera el cambio de gusto en las
artes españolas. Los artistas llamados para trabajar en los palacios reales,
franceses e italianos principalmente, trajeron a España las manifestaciones
artísticas del clasicismo francés y del barroco clasicista italiano, mientras
los artistas españoles estaban inmersos en un barroco nacional que regirá aún
hasta fines de siglo.Otro hecho decisivo para la introducción del estilo
artístico importado de fue el incendio, en 1734, del antiguo Alcázar de Madrid, residencia de los Austrias. Felipe V solicita la
presencia en Madrid del arquitecto Filippo Juvara (1678-1736) para que hiciera los planos de la
nueva residencia real. Con Juvara primero y, tras su muerte en 1736, con Giovanni Battista Sacchetti (1690-1764) llegó el barroco clasicista italiano. En la obra de Palacio
se formaron muchos de los futuros arquitectos españoles y muchos escultores y
pintores trabajaron en su decoración.En cualquier caso, son los reyes los que sustentan
esta renovación artística, sirviéndose de una institución, la Academia
de Bellas Artes de San Fernando, que ejerce el control sobre las artes.
Poco a poco se instaura el reformismo ilustrado contando para sus proyectos
renovadores con la ayuda de notables ilustrados españoles como Aranda, Campomanes, Floridablanca, Jovellanos o Ponz. En la literatura surge como una luz
Leandro Fernández de Moratín.La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se funda en 1752 gracias a los
deseos del reyFernando VI. La Junta Preparatoria de la Academia ya mostraba
en su composición la presencia de artistas extranjeros que trabajaban en las
obras reales, como su presidente el escultor Domenico Olivieri o algunos de sus
directores como el escultor Antoine Dumanché, el pintor Louis van Loo y el
arquitecto Giovanni Battista Sacchetti. La orientación de la Academia estuvo
marcada desde el comienzo por el rey quien, con un concepto ilustrado de la
función del arte, deseaba la renovación y el control de la producción artística
para que sirviera de ornato y enaltecimiento a la Corona. A imagen de la
Academia madrileña surgieron las del resto de España.Con la llegada al trono de Carlos III en 1760 la función dirigente del rey y de la
Academia se manifestó de forma más clara. El nuevo monarca había apoyado en
Nápoles las excavaciones de las ciudades de Herculano y Pompeya, siendo conocido su entusiasmo por la arquitectura
y las demás artes, su interés por el pasado clásico y su apoyo a la edición de
las Antigüedades de Herculano. En 1783 publicó una Real Orden por
la que se declaraban libres las profesiones de las Nobles Artes de Dibujo,
Pintura, Escultura, Arquitectura y Grabado, pudiéndose ejercer desde entonces
sin necesidad de formar parte de un gremio. Con ello la Academia se convertía
en la única instancia autorizada para expedir títulos o racionalizar el
aprendizaje de las artes, controlando la orientación de la producción
artística, a la que se contribuía con pensionados en Roma para los alumnos
destacados.El proceso de introducción en España de las
corrientes neoclásicas tiene en común con el resto de Europa el profundo
análisis que se hace de las fuentes del clasicismo, el interés por la
arqueología, el estudio de la tratadística, la crítica de la tradición y el
rechazo del último barroco. Aunque el desarrollo del Neoclasicismo en las tres
artes no fue coincidente en el tiempo, puede decirse que tiene sus primeras
manifestaciones durante el reinado de Fernando VI (1746-1759), florece bajo
Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808) y prosigue todavía, tras la Guerra de la Independencia, conFernando VII (1808- 1833), si bien ya conviviendo con
otras corrientes más novedosas.
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